
Me llamo Silvia Carrasco
Y tengo alguna idea de quién soy en este momento, pero ¿mañana? Ni idea. Dejar las cosas escritas conlleva cierto riesgo, las palabras escritas no cambian y las personas sí que lo hacemos, no obstante, hablar de versiones me parece la manera más aproximada de tratar de reflejar quién soy hoy, quién he sido y quién puedo llegar a ser.
Siempre he pensado que dentro de mí habitan varias Silvias. ¿Sabéis eso de ver un perfil en una red social y pensar: «Qué increíble esta persona tan deportista»; «Qué maravilla, esta escribe y tiene todo tan aesthetic«; «Qué bien comunica y hace fotos esta otra»; o «Qué espectacular se maquilla esta»? Bueno, pues si yo tuviera que tener una red social que mostrase todo de mí, sería un completo caos, sin ningún tipo de aesthetic o coherencia visual.
«Dentro de mí habitan varias Silvias»
La primera versión de Silvia que recuerdo es aquella que, con apenas cuatro años, se aprendió todos los números de teléfono de la agenda de su casa para llamar a todas sus tías y primas y preguntarles cómo les había ido la tarde (tengo vídeos que lo confirman).

La siguiente Silvia es la que, con cinco años, entró por primera vez al cuentacuentos de la biblioteca de su barrio, de la mano de su madre y escuchaba atenta cada viernes aquellas historias, hasta que logró unir letras que formaban palabras que le llenaron la mente de felicidad al darse cuenta de todos los mundos en los que podía habitar, reír, llorar y soñar.

Otra Silvia que tengo muy presente es la que, con trece años, terminó la novela Temblor, de Maggie Stiefvater. Vio lo joven que era la escritora y le dijo a su padre que quería hacer lo mismo. Su padre la abrazó con fuerza y le respondió: «¿Y qué te lo impide?». Desde entonces, Silvia escribe y lee constantemente, no con la intención de ser famosa, sino para entenderse mejor, hacer preguntas, emocionarse y desarrollar una mirada más empática hacia el mundo que la rodea.

La Silvia que entró en la veintena descubrió el poder de la naturaleza y de pasar tiempo en ella. El senderismo se volvió una parte esencial de su vida, y fijarse en los pequeños detalles, su nueva filosofía. Al unir todas estas versiones, su mente se llenó de historias que tenían sentido contar: novelas de relaciones humanas, emociones, paisajes y valores conectados con la naturaleza.
A lo largo de los años, Silvia ha seguido cambiando (¡menos mal!). Es una persona a la que le encanta probar cosas nuevas y que, con cierta facilidad, se aburre y decide buscar otros caminos. Sabe que solo va a estar unos años en este mundo, y no quiere perder el tiempo haciendo algo que no la llene. Así que diría que la Silvia de ahora es alguien que ama el chocolate y está aprendiendo a hacer bizcochos más saludables; que supera sus miedos practicando deportes como vías ferratas, escalada o buceo; que adora el arte en todas sus formas y encuentra en la música una cura para el alma, tanto que ha decidido aprender a tocar un instrumento.
También sueña con viajar mucho, conocer nuevas personas y preguntarles cómo están, a pesar de no tener sus números apuntados en una agenda, porque cree que lo más importante de la vida son las personas, la naturaleza y las relaciones que tenemos con ellas, así que aprender de los demás le fascina y, quién sabe, quizás pueda inspirarse para una nueva historia.
Como conclusión: